Ante la pérdida de un ser querido muchos padres deciden que sus hijos participen en alguno de los ritos de despedida del difunto: tanatorio, funeral, incineración… Los profesionales de la psicología coinciden en que es positivo para ellos, ya que se trata de una forma de ayudar a los más pequeños de la casa a ir elaborando su propio proceso de duelo, que no se sientan excluidos de lo que pasa en la familia y aumenta la posibilidad de que compartan con sus padres los sentimientos de tristeza y dolor derivados de la pérdida. Sin embargo, es importante prepararlos para ello con el fin de que la despedida consiga el efecto deseado.
En primer lugar, es muy importante cómo se va a comunicar al niño el deceso. Lo más recomendable es que lo haga una persona con la que el pequeño tenga un fuerte vínculo de apego (padre y/o madre habitualmente) y en un entorno tranquilo, a poder ser conocido por el niño, en el que se sienta seguro. Es conveniente ser claro y conciso a la hora de comunicar la noticia (qué ha pasado y porqué ha ocurrido), sin entrar en detalles ni perderse en metáforas que solo confundirán al niño (“el abuelo se ha quedado dormido”, “la abuela se ha ido al viaje eterno”). Si el niño no vive en un entorno creyente tampoco es buen momento para introducir conceptos derivados de la religión (El Cielo, Dios etc.), pues solo logrará confundirle.
Tras la comunicación de la triste noticia hay que respetar sin juzgar la reacción emocional del niño (puede quedarse aparentemente indiferente, manifestar tristeza o enfado), brindarle alguna muestra de afecto físico y preguntarle explícitamente si hay algo que quiera preguntar o no haya comprendido.
Una vez comunicada la noticia, y habiendo dejado un cierto lapso de tiempo para que el niño pueda comenzar a asimilarla, si el menor en cuestión tiene la edad y el grado de madurez suficiente se le puede hacer partícipe de la decisión sobre asistir al rito de despedida. Sin embargo, si no es posible que no asista o los padres han decidido previamente que sí quieren que vaya con ellos solo se transmitirá que se va a acudir en familia al rito en cuestión y cuándo va a ser.
Es fundamental asegurarse que el niño comprende dónde va a ir (funeral, tanatorio, entierro, incineración…) por ello se debe explicar a grandes rasgos qué es lo que va a ver: cómo es el lugar al que vamos, qué ocurre allí, quiénes estarán presentes etc. Así como explicar las normas sociales que han de respetar en ese contexto adaptadas a la edad: no gritar, no correr, dar el pésame etc.
También es importante adelantar al niño las posibles muestras de tristeza que va a ver, tanto de sus propios padres como de otros familiares o amigos del difunto. Los niños son extremadamente sensibles a las expresiones emocionales de los otros, por ello es importante que sepa que va a ver llorar a sus padres/tíos/primos pero que no pasa nada, que es normal llorar cuando se está triste y que él también puede llorar si lo desea.
Se debe incidir en la idea de que se asiste al rito para despedirnos del ser querido con el fin de que el niño no solo entienda dónde va también para qué va. Se puede animar al niño a llevar alguna carta/dibujo/objeto de despedida.
Antes de entrar al lugar en cuestión se le recordarán al niño las normas de comportamiento que esperamos de él y se le transmitirá que si necesita salir en algún momento puede decírnoslo y le acompañaremos.
Una vez dentro del lugar es preferible mantenernos físicamente próximos al niño (entrar de la mano es lo más recomendable) para que se sienta acompañado e ir observando sus reacciones con el fin de adaptar la duración de la participación en el rito si observamos al niño acongojado o abrumado. Si no desea ver al difunto no es conveniente forzarle a ello.
Al finalizar es positivo preguntar al niño cómo se ha sentido y darle opción a preguntar si no ha comprendido algo de la experiencia o sobre la muerte del ser querido.