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Todas las culturas poseen una forma particular y especial de entender la muerte y homenajear y honrar a sus difuntos. En España celebramos el 1 de noviembre, el día de Todos los Santos. Se trata de una festividad que descansa sobre los cimientos de la tradición y se asocia a la religión católica, un día destinado a recordar a aquellos que han fallecido y honrar su ausencia. 

La fiesta se celebra de distintas maneras en la geografía española y cada región tiene costumbres diferentes:

  • Canarias celebra la “Noche de los fianos”, donde las calles se llenan de música, bailes y hogueras.
  • En Galicia, la noche del 31 de octubre en se celebra el Samaín. Según la tradición, esa noche desaparece el límite que existe entre el mundo de los muertos y el de los vivos, y las casas se decoran con objetos relacionados con la muerte.
  • En Cataluña tenemos que hablar de la Castañada (esta fiesta también se celebra en algunas zonas de la Comunidad Valenciana y Aragón). Las familias se reúnen a comer castañas asadas mientras recuerdan anécdotas de sus seres queridos ya fallecidos.
  • En Zamora, las Cofradías de las Ánimas organizan procesiones el día 1 de noviembre por los cementerios locales, portando velas y rosarios, con el fin de guiar a los fallecidos.
  • En Cocentaina (Alicante) desde 1326 se celebra la “Fira de Tots Sants”, compuesta por varios espacios entre los que destacan el de la maquinaria agrícola, el zoco árabe, la zona de animales, el mercado cristiano y la zona de atracciones infantiles. 

Además, en el día de Todos los Santos se preparan multitud de dulces como los huesos de santo, los panellets y los buñuelos de viento. Junto a estos, las castañas y el dulce de membrillo son ejemplos gastronómicos de esta festividad. En los últimos años, se ha popularizado la decoración de calabazas y, aunque esta costumbre es propia de la fiesta de Halloween cuya iconografía y ritos tienen su origen en Estados Unidos, cada vez se ha ido aceptando más en España, convirtiéndose así en una fiesta ampliamente celebrada. 

La costumbre más arraigada es la de visitar el cementerio donde se encuentran nuestros seres queridos fallecidos, limpiar las sepulturas, nichos, columbarios o panteones familiares y colocar efectos florales nuevos, retirando los que ya están estropeados. Desde hace siglos se mantiene esta tradición, transmitida de padres a hijos, para mantener el nexo entre los familiares que viven y el recuerdo de los que ya no están. 

La utilización de flores como adorno parece provenir de la intención de aportar algo vivo para contrarrestar la tristeza que la muerte provoca al llevarse a nuestros seres queridos. Las flores más utilizadas son los claveles, las rosas, los gladiolos, los lirios y los crisantemos. Además de las flores, en algunas localidades es común colocar en las lápidas velas y lámparas que son retiradas el día 2 de noviembre, en la misa celebrada en honor a todos los fieles difuntos. 

Por lo general se acude al cementerio en familia con el fin de compartir tiempo juntos y recrear en compañía esos momentos que nos acercan a la persona fallecida. 

La festividad de Todos Los Santos nos recuerda que, aunque la persona haya fallecido, el vínculo continúa. No podemos estar con él, ni tocarle, ni hablarle, pero en nuestro recuerdo sí podemos seguir reconociendo y sanando aspectos de la relación que hemos tenido. 

Por ello, es un buen momento para hacer un homenaje a nuestro ser querido. Hay muchas familias que con solo reunirse ya lo consideran como tal y hay otras que necesitan organizar actos más simbólicos, públicos o privados.

El homenaje en ese día no tiene por qué ser solo la visita al cementerio, puede consistir en hacer algo que tenga un sentido especial para la familia, ir a algún sitio importante que guarde relación con el fallecido, leer una carta dirigida al difunto, realizar una suelta de globos… Son expresiones personales y únicas que nos permiten simbolizar y expresar lo que sentimos ante esa ausencia. 

En la época en la que vivimos, marcada por la pandemia, es probable que muchas familias prefieran pasar el día de Todos los Santos sin acudir a los actos propios de este día. En estos casos, una buena alternativa es preparar en casa un espacio para el recuerdo, poner fotografías, velas u objetos personales que fuesen importantes para los que ya no están. Este espacio de reflexión nos ofrecerá la posibilidad de expresar solos o en familia lo que sentimos y aquello que no hemos llegado a decir. 

En definitiva, todas las opciones son adecuadas siempre que nos ayuden a conectar con nuestros seres queridos y a no sentirnos solos en un día tan importante en nuestra cultura. 

Nerea Benito

Psicóloga

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