La decisión de ingresar a un miembro de nuestra familia en un centro residencial para personas mayores puede ser una experiencia emocionalmente abrumadora. Este proceso puede generar sentimientos de ansiedad, tristeza y culpa, tanto a la persona mayor como al resto de familiares.
No hay que olvidar que, generalmente, los ingresos residenciales responden a motivos que acompañan al deterioro o patologías de las personas mayores, ya que en el hogar no se disponen de los recursos adecuados para poder atenderle como sería necesario.
Estos centros están preparados para brindar cuidados y atención a las personas mayores durante la última etapa de su vida. Este concepto no siempre ha sido así, ya que hasta hace poco tiempo las residencias de ancianos estaban consideradas como lugares donde se “abandonaba” al anciano que no se podía atender en casa y generaba mucho rechazo social cuando una familia no podía afrontar estos cuidados de forma interna.
Hoy en día esta concepción está cambiando, junto a la transformación social, familiar y laboral que está experimentando la población. Gracias al trabajo de los profesionales sociosanitarios, se ha podido comprobar que la convivencia y sociabilización entre iguales que se produce en una residencia aumenta la calidad y esperanza de vida.
Sentimiento de culpa
La culpa es una pelea que lidiamos con nosotros mismos, entre la persona que somos y la idea que tenemos de cómo deberíamos actuar ante estas situaciones. Este sentimiento va ligado a todos los prejuicios que han acompañado a estos centros a lo largo de nuestra vida.
Son muchas y muy diferentes las causas que pueden generar el sentimiento de culpa, entre algunas de ellas podemos encontrar:
- Nos sentimos malos hijos: en algunas ocasiones sentimos que no hemos sabido estar a la altura en los cuidados de nuestros padres durante la vejez, cosa que ellos sí hicieron con nosotros cuando éramos pequeños e incluso con el cuidado a sus progenitores, como era tradición.
- Los cuidadores principales pueden sentir que el ingreso en una residencia es una traición. Puede existir una promesa previa de que siempre iba a cuidar de su familiar y sienta que la está rompiendo. Hay que recordar que esas promesas probablemente se hiciesen en una situación completamente diferente, cuando no se sabía lo que ocurriría en el futuro.
- Son muy comunes los casos en los que las personas ingresan en la residencia con una actitud poco colaboradora, lo que puede potenciar el sentimiento de culpa. En estas situaciones también se produce una lucha interna entre lo que nos dice la razón (nuestro familiar necesita cuidados profesionales y recibirá una mejor atención) y lo que dice el corazón (pensamientos intrusivos, como que no somos buenos hijos).
- Existen determinadas culturas o áreas geográficas (sobre todo en el ámbito rural) donde hay una mayor presión social para cuidar a las personas mayores sin salir de su hogar. Esto puede aumentar la sensación de culpabilidad.
¿Cómo podemos aliviar ese sentimiento de culpa?
- La información es poder: tener toda la información sobre los procedimientos administrativos y rutinas en los centros es muy importante para tomar la decisión que mejor se ajuste a las necesidades de nuestros mayores.
- Debemos modificar ideas preconcebidas, como, por ejemplo, “el ingreso significa abandono”. El traslado a un centro residencial no supone la renuncia total al papel de cuidador, solo supone una forma diferente de cuidar, en la que se es consciente de que las necesidades básicas y los cuidados esenciales se están aplicando y el tiempo que pasamos con nuestro familiar debe ser de calidad. Precisamente, tras un ingreso, muchos cuidadores sienten que esta atención les ayuda a tener una mejor relación con su familiar, ya que el tiempo compartido es más especial y menos estresante que antes debido a la preocupación sobre los aspectos más prácticos del cuidado.
- En la medida de lo posible, se debe involucrar a la persona en la toma de decisiones, valorando las diferentes opciones disponibles y aceptando la que mejor pueda cubrir sus necesidades. Discutir los aspectos positivos y negativos del ingreso en un centro puede facilitar la adaptación. Se debe transitar la etapa de forma conjunta, compartiendo las emociones que vivimos como familiares y aceptando las de la persona afectada.
- La preparación emocional es esencial, tanto para los familiares como para la persona residente. Esta última se enfrenta a muchos cambios, ya que deja atrás su casa y su vida tal y como las tenía establecidas. Además, se debe adaptar a unos nuevos horarios y rutinas, cosa que no siempre es fácil. Para suavizar ese duelo, hay que acompañarlos, primero, validando todas las emociones que les provoca la pérdida de su antigua vida y, segundo, ayudándoles a que vean todas las ganancias que el centro les puede aportar.
- Acuda a grupos de apoyo de cuidadores. A pesar de que la situación de cada persona es diferente, es bueno compartir nuestras experiencias y emociones con familias que están pasando por la misma situación.
- Los profesionales hacen hincapié en el papel tan importante que juegan los familiares en la adaptación del residente en el ingreso. Este acompañamiento en las fases de preingreso, ingreso y adaptación al nuevo centro es fundamental para lograr su integración, sin que sientan que se le aparta de su núcleo familiar. La actitud, el cariño y la cercanía facilitan la adaptación a su nuevo hogar.
- Nuestro círculo de amigos y familiares nos pueden ayudar a manejar estos sentimientos y, cuando lo consideremos necesario, también se pueden utilizar recursos de salud mental que, sin duda, facilitarán herramientas para manejar mejor la culpa y llevar estos sentimientos de la manera más saludable posible.
Como familiares, podemos participar de manera activa en la adaptación del residente a su nueva vida. Además, nuestras llamadas y visitas reforzarán la idea de que es una persona muy querida por su familia, eliminado o disminuyendo esa sensación de “abandono”.
Beneficios de una residencia
Pese a todos los sentimientos encontrados, no debemos olvidar los principales beneficios de ser atendido en una residencia:
- Atención personalizada: Cada residente cuenta que una atención sanitaria y social que se adapta a sus necesidades.
- Área social: Compartir experiencia vital con personas de la misma edad y circunstancias hace que el sentimiento de soledad disminuya. En el centro residencial las personas mayores se relacionan entre ellas, crean amistades, pasean juntos, realizan actividades como juegos de mesa e incluso se visitan en las habitaciones. Este es un punto muy a favor, sobre todo para ancianos que en otras circunstancias se encontrarían la mayor parte de sus días en situación de soledad.
- Estimulación cognitiva: Los equipos técnicos de los centros los forman psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales entre otros. Estos profesionales programan actividades para el envejecimiento activo, de forma que con los talleres realizados se aseguran de que los residentes se mantengan activos tanto física como mentalmente, siempre adaptando esas actividades a la situación y capacidad personal de cada uno.
- Hábitos alimentarios: La pérdida de autonomía por envejecimiento o patologías genera problemas a la hora de cocinar en casa y en ocasiones, sin una buena supervisión, se acaban generando unos hábitos incorrectos de alimentación. En el centro se consigue que se establezca una dieta sana y equilibrada, asegurando que realicen todas las comidas y teniendo un control sobre la nutrición del residente.
- Mejora de la salud: El control del equipo médico evita los ingresos hospitalarios, además debido a la supervisión que se realiza desde enfermería se aseguran de que los residentes se tomen su medicación en los tiempos pautados.
- Instalaciones adaptadas: los centros disponen de espacios adecuados a las necesidades de movilidad de las personas mayores y dependientes, por lo que se encuentran siempre en un ámbito seguro en el que pueden fomentar su autonomía.
- Atención a patología específicas: Existen centros enfocados al tratamiento de enfermedades relacionadas con las personas mayores como el Alzheimer, Parkinson o las demencias. De esta forma, proporcionan a los residentes la atención necesaria para el abordaje de su enfermedad.
En resumen, gracias al trabajo que realizan todos los profesionales sociosanitarios implicados en el cuidado, sabemos que reciben todas las atenciones necesarias, beneficiándoles en aspectos como la socialización entre iguales, la participación en actividades que fomentan su autonomía, el mantenimiento de una dieta sana y equilibrada y el control sobre la medicación. Todo esto repercute en una mejor calidad de vida para nuestro familiar, aspecto que todos deseamos para nuestros seres queridos.