En otro artículo hemos hablado de cómo el duelo es una reacción normal y necesaria ante la pérdida de un ser querido. No obstante, en ocasiones, se puede considerar que un duelo está siendo complicado. ¿Cómo podemos reconocer si nosotros mismos o alguien de nuestro entorno está en esa situación?
El manual de diagnóstico psiquiátrico (DSM-V) define como duelo complicado (técnicamente llamado duelo complejo persistente) aquel en el que se presentan los siguientes:
Síntomas del duelo patológico:
- La pérdida se ha producido, al menos, hace 24 meses (en adultos). Los psicólogos establecen como tiempo máximo para transitar el proceso del duelo completo, hasta alcanzar la etapa de aceptación, 1 o 2 años. Sin embargo, el tiempo que puede llevar superar un duelo es una cuestión orientativa y personal en cada caso, y no debemos usarlo como único criterio para pensar que estamos ante un duelo patológico ni tampoco como una medida de la profundidad del duelo o de los sentimientos hacia el ser querido.
- Los sentimientos de añoranza del fallecido, el llanto, la preocupación acerca de la relación con él o las circunstancias de su muerte, la tristeza y el malestar emocional están presentes prácticamente a diario.
- Existe una dificultad para aceptar la muerte. Se experimenta una sensación de incredulidad (por ejemplo, seguir realizando comida para el fallecido) o de anestesia emocional (incapacidad para sentir), y se evitan excesivamente todos aquellos recuerdos del difunto. Incluso se pueden llegar a experimentar alucinaciones con el difunto (oír su voz, verle en su sillón preferido…).
- Se produce un distanciamiento de otras personas y dificultades para establecer o mantener relaciones sociales. Se imponen la incapacidad para realizar planes de futuro y los deseos de desapego (“si nada me importa, nada me duele”), lo que conlleva un gran sentimiento de soledad.
- Se experimenta una crisis de identidad a raíz de la pérdida: “no sé quién soy”, “una parte vital de mí se ha ido con el fallecido”, “la vida no tiene sentido sin él o ella”. También puede expresarse deseos de morir para reencontrarse con el ser amado.
- Sentimientos desadaptativos en relación con el difunto: no ser capaz de tener recuerdos positivos de él, autoinculparse de la pérdida, sentir rabia o amargura persistentes por el fallecimiento.
Todos estos pensamientos y sentimientos provocan que la persona sienta un gran malestar e interfiere con su funcionamiento normal en el trabajo, con la familia, las amistades y en todos los ámbitos.
Este último debe ser el criterio clave para saber si estamos o no ante un duelo patológico: cuando el malestar es tan intenso que no nos permite seguir con nuestras obligaciones y rutinas (una vez que ha pasado un cierto tiempo desde la pérdida) y si va más allá de lo que nuestro contexto considera “normal”. Entonces debemos plantearnos pedir ayuda especializada.