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Cómo viven el duelo niños y adolescentes

La expresión del duelo en niños y adolescentes tiene características diferenciales con el duelo de adultos:

  1. En general, los procesos de duelo se resuelven más rápidamente en niños y adolescentes.
  2. La expresión emocional muchas veces no será de tristeza si no de ira, rabia, agresividad o irritabilidad. Esto puede desconcertar a algunos progenitores, pero es una reacción completamente normal.
  3. Las reacciones emocionales pueden fluctuar, dando la impresión de que hay periodos que “olvidan lo ocurrido”.
  4. Si las rutinas (académicas, sociales, actividades de ocio, etc.) se mantienen estables, no se produce la misma ruptura con la realidad, por lo que en la medida de lo posible se deben intentar preservar.
  5. Los niños pueden manifestar sus sentimientos mediante juegos o dibujos, algo muy positivo para la elaboración del duelo.
  6. Los adolescentes pueden ser reacios a compartir sus sentimientos sobre la pérdida, especialmente con los padres.

 

¿Cuándo debemos preocuparnos y consultar a un especialista?

Si han transcurrido al menos 6 meses desde la pérdida debemos consultar a un especialista cuando:

  • Hasta los 6 años: se ha producido un retroceso en algunas conductas (no querer dormir solo, retomar el chupete, no poder dormir con la luz apagada…); aparece una intensa y persistente ansiedad por la separación; el menor se niega a comer, con la consiguiente pérdida de peso; se producen terrores nocturnos que antes no había; han aparecido miedos nuevos que resultan incapacitantes de algún modo.
  • A partir de los 6 años: aparición de somatizaciones sin explicación médica (dolor de tripa, dolor de cabeza y vómitos, entre otros); miedos impropios de la edad; el pequeño se aísla de su entorno tanto familiar y de amistades; se muestra apático y deja de participar en actividades que antes disfrutaba; presenta un malhumor constante o conductas hiperresponsables no propias de su edad; hay una bajada del rendimiento académico que no es capaz de revertir.
  • En la adolescencia: existe una irritabilidad, ira, agresividad o impulsividad que no remite; aparecen fantasías sobre el suicidio o se empiezan a llevar a cabo conductas de riesgo (“ya todo me da igual”); se aumenta o aparece el consumo de sustancias; síntomas de ansiedad o depresión intensos; incapacidad para mantener las rutinas o el nivel de rendimiento previo; quejas somáticas (especialmente relacionadas con la enfermedad de la persona fallecida).

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